miércoles, 29 de junio de 2011

El túnel

En su marcha vio una luz y se creyó libre de cuanto dejaba sin atender. Fue hacia ella y lo que encontro era una triste pantomina del túnel al paraíso. Un farol era llevado a mantenimiento por dos reclusos. El reflector apuntaba hacia el otro extremo del pasillo. La luz era imaginaria, Once reponía los detalles faltantes en la fantasía. Existían lo que gustaba de ver y pensar, y la realidad que a cada contraste echaba todo por tierra.

domingo, 24 de abril de 2011

La huída

Se puso en fuga, como las sombras de los barrotes que se extendían sin encontrar la oscuridad final que les pusiera tope. Así se dirigía nuestra tímida masa de carne, incontenible en su huída. Ésta lo condujo por caminos nuevos, hacia extravagantes y voluptuosos pabellones.

Su primer descanso lo obtuvo en la celda de un hombre que sostenía haberse creado tanto a si mismo como a la habitación que lo mantenía cautivo y todo dentro de ella: La cama, el inhodoro, las pilas de libros enmohecidos, las grietas en el piso y las manchas de humedad; tambien se adjudicaba a quien lo visitaba entonces, las palabras que de este venían, sus pulmones, el aire en ellos, y las particulas en suspension -sobre las que, luego, entró en detalle-. Decía de estas últimas que le generaban la terrible dificultad de tener que recordar su ubicación y calcular las desviaciones que se producían con cada cambio en el ambiente. Valiéndose de una parábola creacionista este hombre hizo surgir un continente con sus sierras, y estepas, y praderas a través de las cuales un río escribió su nombre hasta fundirse en un océano del que Once no supo despegar la vista hasta advertir un destello de arma blanca. El hombre dió forma a los perseguidores y creó para ellos largos e intrincados corredores en los que pudieran perderse y, de esta manera, le regaló algo de tiempo a su visita, quien se debía con apremio a la fuga. A esta altura Once partió llevándose un nombre: "Segundo Altazor".

lunes, 11 de abril de 2011

El nuevo crimen

¿Que viste al llegar al pabellón? ¿Por que rompiste el silencio que te sentaba tan bien?
Conociste un nuevo crimen cuando caíste en cuenta del terrible procedimiento al que el sordo había sometido a tus camaradas. De ellos quedaban apenas sus brazos derechos flotando en el aire,
empuñando facas de cintuenta centrimetros y soltando al piso pedazos de sangre cuajada.
Atestiguaste una monstruosidad fragmentaria.
El horror metonímico.
Huiste en desesperación guiándolo a él y a sus nuevos instrumentos a través del presidio buscando a la bestia del grito desgarrador. Esperabas, Once, esquivarle el bulto a la situación. Desechaste
lo aprendido frente al cagazo y te mandaste a mudar, pero esta vuelta te siguen.
¿Con que vas a pagar por tu vida ahora?

lunes, 4 de abril de 2011

La verdad

Testigo del destino de sus compañeros, Once se amparó en el silencio como si se tratara del velo que separa el rostro de Allah de la vista de quienes arriban a sus aposentos. Este que nubla la visión del hombre y le impide ver el perpetuo verdor de los hijos de Dana o cualquier cosa fuera de la dimensiones del tiempo y la decadencia. El hombre se enfrenta a la verdad  y con la mirada torcida falla al intento de descularla -una estampa orientalista ilustra a un Tigre frente a un Dragón como dos adversarios que se repetan mutuamente, pero el tigre no es consciente de la distancia que lo aleja de su oponente; el velo persiste y sus formas son muchas-. Desgarrado el silencio con un rugido de Oso, nuestro pobre héroe nuestro es descubierto en ubicación e intenciones. Emprende la retirada cruzando sombras de barrotes en fuga. Nadie lo sigue, prefieren continuar la faena según lo estipulado -"Unas manos vivas tienen mucho más para contar al zordo que unas muertas"- Escucha decir detrás de sí, a través del piso delineado en bloque, sobre los fondos sin fondo. Volviendo a hurtadillas las manos salieron del mute entrando en soliloquio post-traumático.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Última noche


A su turno Once comenzó a dibujar con las manos cómo conoció a Helenita. Lo hacía cabizbajo, nostálgico del momento que narraba. Las manos vivaces contaban de la bailanta, de Los Charros, y de la jarra loca. La multitud se reconstruía gesto a gesto, sus códigos y costumbres se superponían apilandose como postales en un cajón vacío. En el climax descriptivo entró la cheta que reunió toda clase de expresiones morbosas, estilizaciones del campo de lo sexual chabacano, regodeado del placer perverso. Helenita se llevo el pensamiento de los tres que hacian guardia en la cornisa, provocando el olvido de la situación que los reunía y transportándolos fuera del presidio.Sintieron aire fresco, palparon el afuera, pero seguían dentro. Pronto la oportunidad los llamaba. El lobo volvía,y lo hacía con apoyo de un grupo de internos. Zacarías y Rumfield se lanzaron contra ellos sin pensarlo, cada uno encontró el fin en la zarpa del Oso, tu nuevo mejor amigo.

lunes, 28 de marzo de 2011

Noche segunda / El Sátiro

La noche siguiente fue animada por el tercero de apellido Zacarías. Este hombre conocía solo su propia historia, la cual los remonta a un pasado relativamente lejano y cuenta de cómo había llegado a caer por primera vez en las manos de agentes del orden. Zacarías había emprendido una lucha personal contra el tedio, el estancamiento y la alienación de la vida burguesa. Lucha que había comenzado -como muchos- a través del crimen. El estigma de una vida sin relieves, y la persecución neurótica por la trascendencia, convinados a una manía bastante común a los hombres de la edad que por entonces ostentaba Zacarías desencadenaron la clase de crimenes que desataría nuestro narrador. Merodeó su campo de acción exitosamente por casi 6 meses puliendo su metodología de acción, afilando cada arista para ampliar su rango de peligrosidad. Se infiltraba en edificios detrás de alguna joven, tomaba algo del entorno que sus manos convertian en un elemento disuasivo -un arma-, y luego acudía violentamente al sexo de las muchachas empujándolas consigo a la mera degradación. La prensa lo dió a conocer como el Sátiro del Sifón puesto que hacía de ese uno de sus elementos favoritos, por entonces estaban hechos con vidrio y al estrellarse, por ejemplo contra un escalón, podían ser usados como un arma cortante bastante temible.
En una ocasión entró en un departamento siguiendo a una chica de andar tosco. En cuanto pisó la sala quedó estupefacto ante la imagen frente a sus ojos, la extraneza penetró su mente, violando sus sentidos, rentando los márgenes de lo conocido y empujándolo a la desestabilización de lo real. El mundo estaba partido al medio y mostraba a Zacarías sus órganos explotando de bilis. Mientras concurría a esta visión, el Sátiro fue detenido por la muchacha tosca, llevado por un falso linyera que venía haciéndole un largo seguimiento y quien se encargó de patearlo hasta su procesamiento. LLegó al penal como violin y su mundo fue partido.

viernes, 18 de febrero de 2011

Antes de la emboscada

En la espera nocturna la visión del grupo del sordo explotó en imágenes de relatos breves. Cada integrante elegía una noche para contar una historia, y cada noche Once evitaba tomar la palabra. El primero en hablar fue Rumfield Pelosa alias "Bazuco", quien fuera bajando de pendejo por la América, dejando detrás en la patria varios crímenes y una madre joven. De los 10 a los 13 años fue uno de los sicarios mas activos de su tiempo. Le debía la suerte a un contrato que había hecho con una turbia imagen del panteón tumbero. En el rubro de Pelosa se necesitaba vivir rápido: Rápido se llega, se mata, y rápido se muere. Sin embargo Rumfield había logrado salirse de esa lógica y disfrutaba cada momento que la vida le arrojara. La historia que contó empezaba hablando de su hermano: -"Él era un poco mayor que yo, no le temía a nada. Vivía jugando al balón a toda hora. Nos hacía faltar a la escuela para juntarnos con la gente de la avenida y jugar por dinero. A la hora de la siesta se alborotaba el caserío con el pique de la bola y los gritos cruzados. De ahí nos echaron, como de tantos otros lugares más. No nos quedó otro lugar dónde jugar a excepción del cementerio. Tanto hicimos retemblar la tierra terminamos por despertar a los mismos cadáveres que descansaban allí. Entre ellos surgió el Santo Muerto en Jefe y nos ofreció jugar con ellos. Mi hermano aceptó el desafío, sin saber que se trataba de un engaño, pues los muertos se dejaron vencer y fingieron armar tremenda celebracion para los ganadores. Antes de que mi hermano bajara con los caidos, acordé con el Santo Muerto en Jefe mi libertad a cambio de los seguidores que le traería para el futuro. Nunca supe que fue de mi hermano." Rumfield concluyo la historia., los otros dos se miraron sostenidamente y no emitieron gesto alguno.