viernes, 26 de noviembre de 2010

primera vez

La memoria se construye -para adentro- como un ejercicio motivado en algún sentido por cierta misteriosa zona de la cómoda nebulosa de la cofiguración de la personalidad. Se la puede moldear conforme la necesidad de ocasión. El tiempo contenido en la memoria termina por ser esa ficción que la patológica condicion humana se esmera en ordenar para encontrar, con tristeza, que el propio tiempo prefiere el sin sentido. El interés contruye historias y cronologías más o menos cerradas, sujetas a las revisiones de otros intereses. Once está perdido, no es de esos personajes que imponen su voluntad, más bien es arrastrado de las orejas por el espíritu de una época carroñera. Espíritu gordo, orondo y pedorro que cena el cadaver de su mujer mientras exige modales en la mesa y mira el buen prime time de la regia TV nacional. Once no se defiende, su no-historia está en su cara, en esas heridas que no disparan recuerdos ni definen un rostro.