lunes, 4 de abril de 2011

La verdad

Testigo del destino de sus compañeros, Once se amparó en el silencio como si se tratara del velo que separa el rostro de Allah de la vista de quienes arriban a sus aposentos. Este que nubla la visión del hombre y le impide ver el perpetuo verdor de los hijos de Dana o cualquier cosa fuera de la dimensiones del tiempo y la decadencia. El hombre se enfrenta a la verdad  y con la mirada torcida falla al intento de descularla -una estampa orientalista ilustra a un Tigre frente a un Dragón como dos adversarios que se repetan mutuamente, pero el tigre no es consciente de la distancia que lo aleja de su oponente; el velo persiste y sus formas son muchas-. Desgarrado el silencio con un rugido de Oso, nuestro pobre héroe nuestro es descubierto en ubicación e intenciones. Emprende la retirada cruzando sombras de barrotes en fuga. Nadie lo sigue, prefieren continuar la faena según lo estipulado -"Unas manos vivas tienen mucho más para contar al zordo que unas muertas"- Escucha decir detrás de sí, a través del piso delineado en bloque, sobre los fondos sin fondo. Volviendo a hurtadillas las manos salieron del mute entrando en soliloquio post-traumático.

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