lunes, 7 de febrero de 2011

El proceso


El proceso fue prácticamente imperceptible, al menos frente a la impresión del ingreso al penal. Unos muñecos de madera deliberaron en fast forward. Una sesión y luego otra se encadenan sin cortes comerciales palpitando la placa roja justiciera y terminal:



Lo pusieron en el pabellón del sordo, un mundo construido por un lenguaje de vibraciones y gestos que esquivaba los márgenes de su comprensión. El capanga del lugar esparcia su resentimiento con los recién llegados que no se adaptaban a las reglas. Para Once fue fácil encajar. La primer semana padeció una suerte de mal causado por la abstinencia. Entre las autoflagelaciones y el delirio primero aprendió las reglas de la casa y segundo a usar la faca. Se dió para él una breve época de florecimiento.

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